22 de septiembre de 2024
Los malvados dijeron entre sí: "Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados.
Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. Sometámoslo a la humillación y a la tortura, para conocer su temple y su valor. Condenémoslo a una muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él''.
Hermanos míos: Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de
obras malas. Pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios son puros, ante todo.
Además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y
buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia.
¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas
pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no
pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y
entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a
Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que
nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: "El Hijo del hombre
va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de
muerto, resucitará". Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: "¿De qué discutían por el
camino?" Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre
quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les
dijo: "Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos".
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: "El que
reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no
me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado".